La metáfora narra la historia de “La Mujer Mariposa” quien tras haber sido agredida sexualmente por uno grupo de soldados, se ve en la necesidad de atravesar un proceso personal con implicaciones físicas y emocionales que progresivamente la llevan a su recuperación. En la metáfora se describe por ejemplo las experiencias con las que la mujer mariposa debe encontrarse debido a la agresión sexual que vivió.
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Cuando su vida era buena
Érase una vez una Mujer Mariposa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas. A ella le encantaba sentarse junto al río que corría cerca. Vivía en una casa sólida con sus hijos y su esposo. Ellos tenían vecinos buenos y otros no tanto, pero por la noche dormían en paz y despertaban a la mañana siguiente con el corazón agradecido. El país estaba tranquilo y la gente tenía suficiente para comer y beber.
La mujer era de buen corazón y poseía un cuerpo fuerte. Sus pies recorrían largas distancias y tenía manos hábiles. A menudo cantaba, y se le podía ver lavando la ropa en el río, caminando con un balanceo de caderas, o correteando con sus hijos. Su esposo era una buena persona. Ella se sentía satisfecha y orgullosa. La mayor parte del tiempo confiaba en la vida y en la gente que la rodeaba. Cuando se arrepentía de algo, lloraba un poco y se decía que eso mejoraría. Ella quería convertirse en una mujer sabia, una a la que otras personas pudieran acudir en busca de consejos en tiempos difíciles.
Los días siguieron. En su ala derecha se hallaban todos los buenos recuerdos de su vida: la verde ladera, el sonido del río que amaba y la fragancia de sus flores favoritas. Pensar en los árboles y los animales la hacía sentirse tranquila. Mirar la casa la hacía sentir segura. Los recuerdos de sus hijos, creciendo año tras año, la hacían sentirse orgullosa. Recordaba la sonrisa de su madre y el vestido de cuello que le había regalado una amiga. También tuvo recuerdos tristes: despedirse de su amiga cuando se mudó a otra parte del país, la enfermedad y muerte de su madre. Todos estos recuerdos se almacenaban en su ala derecha. La hacían sentirse lo suficientemente fuerte para pensar, sentir y vivir su vida.
En su ala izquierda, guardaba sus sueños sobre el futuro y algunas preocupaciones, aunque éstas no eran tan grandes como para que no pudiera manejarlas. A veces soñaba con un vestido nuevo y unos buenos zapatos para no mojarse los pies. Pero su sueño más grande era respecto a la educación de sus hijos. Cada mes trataba de ahorrar algo de dinero para su educación. Ella guardaba todos sus sueños, preocupaciones, planes y anhelos en el ala izquierda. Estos la hacían sentirse viva y que tenía suficiente control sobre su vida. Cada mañana cuando despertaba, hacia una respiración profunda, lista para comenzar un nuevo día. Cada noche antes de ir a dormir, sostenía su rostro por un momento entre las palmas de sus manos, rezando y dando gracias por su buena vida.
La vida se vuelve al revés
Entonces sucedió algo que volvió su vida al revés. No fue un terremoto, el viento o el fuego. La guerra llegó al país y lanzó a las personas y a sus comunidades al miedo y al caos. La gente fue asesinada, muchos huyeron. Ella oyó que las mujeres mayores y las jóvenes –incluso las niñas– habían sido violadas. La vida se volvió impredecible y difícil de manejar. Ella trató de no pensar tanto en eso. No sonreía con tanta frecuencia ni se reía como antes. Su esposo se enojaba más a menudo. No dormía tan bien y oraba por la paz.
Una mañana bajó al río. Algunos soldados la vieron allí. Estaba llenando unos contenedores con agua. Después de ese día, todo cambió. Al principio trató de huir, pero no pudo escapar. Los soldados se rieron cuando la atraparon y la arrojaron sobre la arena a la orilla del río.
Entonces trató de luchar contra ellos. Su corazón “golpeaba” su pecho, la cara le ardía, sus brazos estaban más fuertes que nunca. Sin embargo, ellos eran cuatro hombres grandes y actuaron aún más brutalmente cuando ella trató de resistirse –golpeando, mordiendo, pateando, rasguñando y pidiendo ayuda. Sus risas resonaron en sus oídos. El olor de sus cuerpos asustó su corazón de tal modo que solo quedó el silencio.
Sus piernas estaban como muertas, lo mismo que sus manos y brazos. Su rostro estaba pálido, como si hubiera perdido todo su espíritu. Ella oyó el sonido del río y la respiración de los soldados. Perdió la vista por un momento. Era como si hubiera dejado su cuerpo o éste se hubiera escondido en su corazón, miraba a los soldados desde la distancia, viéndolos hacerle cosas horribles. Lo veía como una escena en una película, no sentía nada. Era como si los hombres estuvieran haciéndole daño a una extraña, a pesar de que sabía que ella era la persona que estaba siendo lastimada.
Habían pasado algunas horas antes de que dos hombres de la aldea encontraran a la Mujer Mariposa herida a la orilla del río. La arena estaba teñida de rojo con su sangre. La Mujer los miraba con ojos vidriosos, incapaz de pronunciar una palabra. En lugar de ayudarla para llegar a su casa, los hombres estaban tan asustados por la visión que huyeron hacia el monte.
La mujer se sentía extremadamente débil. Se preguntó a sí misma: “¿Ya estoy muerta?” Se dio cuenta de que la sangre cubría su vestido amarillo, y que el vestido estaba despedazado. Notó el sonido del río y se preguntó si estaría en un lugar desconocido. El río sonaba hostil. Su corazón latía rápidamente dentro de su pecho. ¿Volverían los soldados? Su cuerpo se sentía entumecido, insensibilizado. No tenía fuerzas para moverse. Sus brazos y piernas eran como carne muerta. El cuerpo le dolía y, aun así, no le quedaban sentimientos.
Esa noche la Mujer se quedó sola. ¡Su marido le pidió que se fuera! ¡Los ancianos dijeron que ella no debía regresar! Los niños estaban llorando. Tenía que irse.
Vagó por el bosque, lejos del río. A su alrededor, los árboles se volvieron oscuros y hostiles. Se sentía frágil, débil, como muerta en vida. Sus pies apenas si podían llevarla. Se sentían entumecidos. Sus manos eran como las manos de una extraña. Ninguna sonrisa en su corazón, sólo la oscuridad. Su cuerpo se sentía frío y silencioso, como si ya no estuviera viviendo allí, o como si su alma estuviera escondida en un rincón de su corazón tembloroso.
No podía descansar. Vio los ojos de los soldados, oyó su risa, su respiración y sus palabras. Sus olores llenaron sus pulmones. Estaba sudando, llorando de rabia y desesperación. No podía encontrar refugio y escudriñaba las verdes laderas todo el tiempo en busca de soldados. Todos sus sueños y deseos se desvanecieron. Su mente se vio invadida por la preocupación y tuvo pensamientos extraños y difíciles de descifrar sobre sí misma: ¿Se estaba volviendo loca? Sentía vergüenza, rabia y una profunda pena al mismo tiempo.
Antes, ella llevaba sus recuerdos y anhelos más importantes en sus alas. Ahora, éstos la asustaban profundamente. Trató de distanciarse de ellos. Utilizó toda su energía para no pensar y no sentir. Las palabras de su marido entraron por su oreja derecha. “No puedes quedarte. Eres una persona enferma y loca, sucia y peligrosa para mí. No te quiero aquí. ¡Vete! “. Ella deambuló lejos del río, tropezando y cayendo. Caminaba como si estuviera dormida, había dejado a sus hijos. No le quedaban lágrimas. El dolor en su vientre era intenso, pero apenas si lo percibía.
La Mujer Mariposa estaba escondiéndose detrás de algunos arbustos. Había caminado durante días, se dio cuenta de que no tenía dónde ir y estaba completamente sola. Sintió que su soledad se extendía como hielo a todos sus miembros. Estaba completamente inmóvil, parecía muerta. Su vestido amarillo estaba hecho pedazos.
Cuando el personal del centro de salud fue informado de que una mujer había sido violada, decidieron ir a buscarla. Después de buscarla por un tiempo, una ayudante vio algo moverse detrás de un arbusto y una mujer gritó “¡Váyase!”. La ayudante se movió lentamente y se detuvo para que la mujer pudiera verla guardando su distancia. No queriendo asustarla, se sentó en silencio, esperó un rato y luego le dijo a la Mujer Mariposa que ella ayudaba a las mujeres en su situación. Al principio la Mujer Mariposa simplemente gritó: “Váyase” otra vez. Su voz estaba llena de desesperación, ira y miedo. La ayudante siguió sentada ahí, y repitió que estaba allí para ayudarla.
Después de un rato, la Mujer Mariposa empezó a escuchar a la ayudante. Podía sentir que algo del hielo en su interior empezaba a derretirse y que era capaz de mover sus brazos y piernas. No podía hablar, pero sintió poco a poco que la mujer quería ayudarla. Este primer sentimiento de confianza empezó a derrumbar sus sentimientos de miedo y vergüenza.
Ella se las arregló para sentarse. Entonces se atrevió a levantar la mirada y encontrarse con los ojos de la ayudante. Ella pudo ver que la expresión de la ayudante estaba libre de desprecio y que sus ojos eran cálidos. Finalmente la Mujer Mariposa le dijo: “Venga”. La ayudante se acercó lentamente y se sentó a su lado. Se quedaron sentadas en silencio durante un rato. El día se volvió noche. En ese momento, la Mujer Mariposa sintió cuan cansada estaba, y se inclinó hacia la ayudante quien ofreció su hombro para que ella apoyara su cabeza.
Detonadores y flashbacks
La ayudante comenzó a contarle a la Mujer Mariposa sobre el centro de salud. Ella describió qué clase de lugar era, y le dijo que muchas mujeres violadas habían ido allí. La ayudante tomó ropa limpia y se la dio a la mujer invitándola a permanecer en el centro de salud. La mujer se aseó y se puso la ropa limpia. La Mujer Mariposa fue recibida por las otras mujeres y las ayudantes. Se sentía bienvenida. Le dieron una cama limpia en un dormitorio compartido con otras mujeres. Por primera vez, desde que los horribles acontecimientos pasaron, logró descansar.
En el centro de salud la Mujer Mariposa se aisló, era obvio que estaba sufriendo. La ayudante le ofreció una consulta y le preguntó acerca de su sufrimiento.
La Mujer Mariposa dijo que estaba condenada y destruida. La ayudante le preguntó por cuánto tiempo se había sentido de esa manera, ella respondió que todo sucedió después del terrible incidente. También le dijo que había perdido a su familia por eso. La ayudante le pidió que dijera cómo sus sufrimientos afectaron sus pensamientos, sentimientos, respiración, corazón y cuerpo. La Mujer Mariposa contestó que los malos pensamientos vinieron a su mente: pensaba que era una mala mujer, que había perdido su dignidad y que pronto se volvería loca. Incluso admitió que ya sentía como si se estuviera volviendo loca, y describió que tenía sentimientos caóticos de vergüenza, ira y miedo. Ella comentó que su cuerpo estaba tenso y débil al mismo tiempo. Dijo que había perdido todo su poder y se sentía condenada a tener esa enfermedad para siempre. También creía que había sido visitada por espíritus malignos.
La ayudante le explicó que esto era una reacción muy natural ante la experiencia (fuera de lo normal) que ella había sufrido. Ella le dijo a la mujer que todas las otras mujeres en el centro podrían confirmar eso que ella le dijo. También invitó a la mujer a un grupo donde otras mujeres hablaron de sus reacciones y cómo ellas intentaron encontrar maneras de hacerle frente al dolor que sentían.
Después de esta charla, la Mujer Mariposa se sintió inmediatamente un poco mejor, menos perturbada y menos sola. Le consolaba saber que otras mujeres sentían lo mismo que ella.
Poco después de su llegada al centro de salud, la Mujer Mariposa tuvo que ir al hospital porque había sufrido lesiones durante la violación. Sabía que las enfermeras y los médicos querían curarla, pero tan pronto como tuvo que acostarse en la cama y abrir las piernas para ser examinada, volvieron los horribles recuerdos de la violación. De repente pensó que el médico era uno de los soldados que la había violado. Trató de huir. Los recuerdos inundaban sus pensamientos y su cuerpo, no podía apartarlos de lo que le estaba pasando ahora en el hospital. Una sabia enfermera repitió el nombre de la Mujer Mariposa una y otra vez, en una voz calmada pero firme. Ella le dijo: “Usted está en el hospital ahora”, “¡Aquí está a salvo!”, “hoy es jueves 23 de marzo… (día, día del mes, año)”, “Estamos aquí para ayudarle”8 . El tono de su voz y lo que ella le dijo ayudaron a la Mujer Mariposa a volver al presente. Se dio cuenta de que estaba en el hospital recibiendo ayuda y logró calmarse.
La sabia enfermera entendió que los recuerdos de la violación de la Mujer Mariposa estaban muy cerca de la superficie; que podían ser detonados durante el cuidado que recibiría y los exámenes que se tendrían que realizar. Decidió prepararla para lo que iba a suceder, le explicó cuan fácilmente los recuerdos de la violación pueden ser detonados por recordatorios. Hablaron de la reacción de la mujer durante su examen médico el día anterior. La enfermera sugirió ejercicios que la mujer podría hacer para evitar que los recuerdos del pasado inundaran su mente. Ella le enseñó a la Mujer Mariposa a usar sus ojos para mirar las cosas a su alrededor, y a decir en voz alta lo que estaba viendo. Cuando hizo esto, la mujer notó que se sentía más en el presente, más en el aquí y ahora. La sabia enfermera le dijo: “Cuando se enfoca en el presente, el pasado permanece en el pasado”. La Mujer Mariposa también aprendió a estabilizarse a sí misma mediante el uso de su sentido del tacto. Sostuvo una piedra que cabía exactamente en su mano y sentía su peso, su frescura, su forma. Las dos mujeres practicaron estos ejercicios juntas. La enfermera le dijo a la Mujer Mariposa que hiciera esos ejercicios cada vez que sintiera que sus recuerdos regresaban. La enfermera también le dijo que ella estaría presente durante los procedimientos médicos, para tranquilizarla y recordarle que estaba a salvo en el hospital.
En sus exámenes médicos y tratamiento, la Mujer Mariposa se sentía más preparada. Cuando los recuerdos de la violación llegaron a su mente, miró a su alrededor y dijo lo que vio. Apretó firmemente la piedra que cabía en su mano. La enfermera le habló suavemente, diciendo: “Usted está a salvo en el hospital. Está recibiendo ayuda. Usted es una mujer fuerte, lo está haciendo muy bien. Realmente está haciendo lo que practicamos juntas. Estoy orgullosa de usted. También puede estar orgullosa de usted misma”. La mujer sintió que podía sentirse un poco orgullosa.
Cuando ella regresó al centro de rehabilitación, se sentía tranquila, especialmente después de pasar algún tiempo allí. Sus brazos, piernas y espalda se sentían más fuertes, y su corazón, de alguna manera, se sentía más ligero. Sonrió y pudo pensar con más claridad. Esto la llenó de alivio.
Un día, cuando se sintió animada fue al mercado. Sin embargo, allí vio a algunos soldados y, como si un relámpago la hubiera golpeado, entró en un momento de pánico y huyó al centro de salud. Sentía que todo estaba sucediendo de nuevo, como si una película estuviera pasando por su cabeza. Cada vez que veía a un soldado, sentía lo mismo, los recuerdos la inundaban y perdía el control. Después de un tiempo tenía miedo de casi todos los hombres. Su reacción fue huir, (estado de hiperexcitación, y ansiedad). Unos días más tarde golpeó a un hombre que había caminado detrás de ella. Se sentía atrapada porque el camino era estrecho y, antes de darse cuenta, lo había golpeado con fuerza. El sonido de los pasos del hombre le recordó a los violadores. No podía pensar, sólo reaccionar.
Cuando regresó al centro de salud, ella estaba asustada, había entrado en pánico, repentinamente perdió toda su energía. Se sentía como zombi y se acostó. La fuerza de sus brazos y piernas la había abandonado. No podía pensar con claridad. No podía sonreír. Sentía tristeza y confusión. Tenía miedo de volverse loca. Le tomó algunos días volver a sentirse lo suficientemente bien para participar de nuevo en cualquier actividad.
Muchos objetos y situaciones podrían evocar recuerdos de la violación. Algunos cambios en su cuerpo traían de vuelta esos recuerdos. Por ejemplo, cuando ella menstruaba, el dolor en su estómago y la vista de su sangre le recordaban la violación. Un paño amarillo (ella llevaba un vestido amarillo cuando fue violada) instantáneamente le trajo el recuerdo de sí misma, ensangrentada en su vestido amarillo.
Cierta luz en la tarde antes de que el sol cayera, o el sonido del río también le recordaban la violación, porque ésta tuvo lugar por el río justo antes del atardecer. Otros fuertes recordatorios de trauma eran unas voces enojadas y respiraciones profundas.
En el centro de salud, la Mujer Mariposa se sentía tranquila la mayor parte del tiempo. Después de permanecer en el centro durante dos meses, se sintió mucho mejor. Se unió al coro donde las mujeres cantaban y bailaban. El coro revivió un poco de su alegría y vitalidad. Estar junto a las mujeres que habían pasado por lo que ella había pasado, la hacía sentir menos alejada. Podían apoyarse mutuamente. La Mujer Mariposa tenía habilidades manuales y fue capaz de unirse a una clase de costura donde aprendió a hacer ropa. Algunas de las mujeres le dijeron que podían ganarse la vida con lo que vendían, a pesar de haber sido rechazadas por sus familias y sus comunidades porque habían sido violadas.
Habilidades de recuperación
La Mujer Mariposa se sintió aliviada de haber encontrado buenas ayudantes entre las enfermeras y las trabajadoras; y entre las mujeres que también habían sufrido algún trauma. Se dio cuenta de que sus reacciones eran naturales, y comprendió que cuando sus recuerdos traumáticos se activaban, ella perdía la noción de donde se encontraba y olvidaba que estaba a salvo.
La ayudante le explicó a la Mujer Mariposa que necesitaba encontrar maneras de volver a conectarse consigo misma, a reubicarse en el aquí y ahora. La ayudante le dijo: “Si se enfoca en el momento presente, los recuerdos del pasado permanecerán en el pasado”.
A la Mujer Mariposa le resultaba difícil entender lo que esa frase significaba. La ayudante le dijo: “El recuerdo de la violación puede invadir el presente, quitándole su sentido de tiempo y de lugar”. Le explicó que los recuerdos traumáticos pertenecen al pasado. “El secreto es vivir el presente a través de nuestros sentidos: esto nos ancla en el aquí y ahora”.
La ayudante hizo té caliente y colocó dos tazas sobre la mesa delante de ellas. Le dijo a la sobreviviente: “Escuche, ¿qué oye?” Luego, sirvió té en las tazas. La Mujer Mariposa escuchó, hizo una pausa, y dijo que oyó el sonido del agua que llenaba las tazas, un pájaro cantando y las voces de algunas de las mujeres que estaban afuera. La ayudante respondió: “Ahora usted se ha concentrado en lo que escucha. Estos sonidos le dicen lo que está sucediendo en este momento. Así es como usted se conecta con el momento actual, usando sus oídos. Ahora sostenga la taza y use su sentido del tacto: sienta la forma de la taza.
La Mujer Mariposa podía sentir la tibieza del té a través de la taza. Entonces utilizaron su sentido del gusto para saborear el té. La Mujer Mariposa podía saborear y oler el té. La ayudante le preguntó: “¿Qué pasó con sus recuerdos cuando nos concentramos en escuchar sonidos, en tocar la taza y saborear el té?” La Mujer Mariposa respondió que esos recuerdos estaban ausentes.
La ayudante elogió el buen trabajo de la Mujer Mariposa. Le dijo que nuestros sentidos son las puertas que nos conectan con el presente. “Si enfocamos nuestros sentidos en lo que estamos viendo, oyendo, saboreando y tocando, entonces lo que sentimos se convierte en nuestra realidad. Así que es importante abrir nuestros sentidos y centrar nuestra atención en las cosas que nos recuerdan que estamos a salvo, que estamos seguros ahora y aquí. A esto le llamamos ejercicio de estabilización porque nos proporciona elementos o maneras para conectarnos al momento presente”.
La ayudante siguió enseñando nuevas herramientas a la Mujer Mariposa. Ella le dijo: “No todas las personas son iguales, así que necesitamos diferentes ejercicios para asegurarnos que éstos sean útiles. Necesitamos dar a nuestros sentidos nuevas experiencias que sean buenas, así nos recordaran que estamos aquí y ahora, a salvo”.
La ayudante también explicó que es vital practicar estos ejercicios todos los días, cuando una se siente tranquila. Porque entonces una aprende a usarlos, incluso cuando una se siente afligida. De esta manera, cuando las memorias traumáticas son detonadas, los ejercicios pueden ayudarle a reducir su impacto y poder.
Sin embargo, cuando la ayudante y la Mujer Mariposa se encontraron la siguiente vez, ella le dijo a la ayudante que se sintió abrumada por sensaciones dolorosas. Intentó hacer el “Ejercicio de nombrar los objetos que veía” y fue de ayuda, pero necesitaba algo más para contener sus sentimientos. La ayudante respondió: “Cuando nuestras emociones son muy fuertes, tenemos miedo de derrumbarnos o de estar completamente fragmentadas, algunos ejercicios nos ayudan a estabilizarnos, a contener tales emociones. Es casi como hacer que el cuerpo se convierta en un contenedor fuerte mediante la activación de nuestros músculos. ¿Está usted dispuesta a intentar un ejercicio que pueda ayudarle a contener y sobrellevar sus sentimientos?”. La mujer dijo que estaba lista para hacer eso.
La ayudante hizo una demostración del ejercicio a la Mujer Mariposa.
La Ayudante preguntó a la Mujer Mariposa: “¿Siente alguna diferencia?” “Sí, así es”, respondió la Mujer. “¿Cómo se siente: más o menos abrumada?” “Menos abrumada”, contestó la mujer, “pero todavía no me siento completamente aquí”. “Entonces seguiremos trabajando en eso” dijo la ayudante.
La ayudante se detuvo y preguntó: “¿Cómo se siente: más presente o menos presente?”. “Ahora me siento más en el presente”, respondió la Mujer Mariposa. La ayudante le dijo: “Ha practicado y experimentado algunas habilidades de recuperación que puede usar cuando se sienta abrumada y ausente. Su tarea ahora es practicar estas habilidades todos los días cuando se sienta tranquila y segura. Así las habilidades se harán automáticas y podrá utilizarlas cuando se sienta abrumada”.
La Mujer Mariposa dijo que ella se sentía menos abrumada pero todavía débil. La ayudante pudo ver que su pecho y la parte superior de su cuerpo se habían encorvado (colapsado). La Ayudante invitó a la Mujer Mariposa a estirar su espalda. Ella lo hizo primero, luego le preguntó a la Mujer Mariposa si estaba dispuesta a intentar hacer el ejercicio con ella. Ella estaba lista para intentarlo. Entonces muy cuidadosamente empezó a enderezar y estirar su espalda. Inmediatamente se sintió un poco más ligera y más fuerte.
La Mujer Mariposa le pidió consejo a la ayudante. Ella preguntó: “¿Qué será de mí? ¿Me estoy volviendo loca? ¿Mi vida está destruida para siempre?” Ella describió su condición psicológica: “Me siento tan sola. Está oscuro en mi interior. Mi corazón y mi espíritu están dormidos. Tengo malos pensamientos, pesadillas, y le tengo miedo a todo. Me enojo y le grito a la gente. No me reconozco. Otros se alejan de mí. Soy mala, estoy sucia. Algunos días no quiero vivir. ¡No veo ninguna esperanza! ¿Acaso puedo escapar de esto?”.
La ayudante se dio cuenta de que la Mujer Mariposa podría estar lista para contar su historia completa. La ayudante le había preguntado antes si le gustaría hablar, pero la Mujer Mariposa nunca había estado dispuesta. La ayudante se preparó para escuchar, pero necesitaba tomar ciertas precauciones de antemano.
Entonces la Mujer Mariposa comenzó a pensar en lo que ella debería hacer con la terrible historia que estaba viviendo. Había oído que era posible denunciar tales cosas, pero primero quería hablar con una ayudante que pudiera escucharla sin hacer críticas, y que le dijera que ella no había hecho nada malo. Quería profundizar más en lo que le había sucedido, esperando que al hacerlo, eso se alejara un poco de su mente. No sabía exactamente cómo hacerlo, pero decidió que cuando una ayudante le preguntara si quería hablar, ella diría que sí. En el pasado, siempre se había negado, y la ayudante había aceptado su negativa con maneras suaves y gentiles.
Ahora se sentía más decidida a decir lo que había pasado: el modo en que la arrojaron sobre la tierra, cómo la insultaron, la tocaron, lo violentos que fueron; incluso que ella había sido penetrada por uno y luego por muchos hombres, y que ellos se habían reído de ella. Ella sabe que no será fácil hablar de eso, pero entiende que puede que tenga que hacerlo, especialmente si quiere denunciar lo que le sucedió.
Las ayudantes le preguntaron y ella empezó a hablar de manera vacilante e incoherente, a veces llorando, a veces temblando. La ayudante subrayó que estaba con ella, que no le diría a nadie, se sentaría tan cerca de ella como se lo permitiera, y que la Mujer Mariposa podría detenerse en cualquier momento. La ayudante la dejó hablar, pero le hizo saber que estaba escuchando, le recordó que estaba a salvo, que había sido atacada y no por culpa suya y que nadie podría quitarle su dignidad y su orgullo.
Un día la Mujer Mariposa necesitaba hablar sobre la violación. Quería denunciar el hecho y obtener la ayuda de un abogado. Quería que los hombres que la habían violado fueran castigados por lo que le habían hecho.
La ayudante le dijo que hablar de la violación podría traer recuerdos sumamente detonadores. Ella quería preparar a la Mujer Mariposa para que pudiera hacer lo que deseaba sin presentar una disociación ni sentirse abrumada. Ella le dijo: “Es muy importante contar la historia en términos generales. Evite los detalles porque los detalles son una fuente de detonadores y despertarán nuevamente los recuerdos del trauma.”
La ayudante le enseñó a la Mujer Mariposa una señal para hacer un alto. Ella le dijo: “Usted es quien está a cargo, puede decir: ‘Quiero parar’, o bien, ‘¡No!’ o ‘Necesito un descanso’, si le resulta demasiado difícil continuar o contestar las preguntas. Haga lo que le parezca natural. También puede decir ‘¡No!’ levantando la mano”. La ayudante levantó su brazo con su palma hacia adelante para mostrarle: “¿Cree que pueda hacer esto? Vamos a intentarlo juntas”.
La Mujer Mariposa encontró su manera para comunicar la palabra “Alto”. Ella dijo “¡Alto!”, levantó su brazo y puso su palma hacia adelante. Habló con la ayudante sobre qué tipo de herramientas y recursos quería usar cuando hablara con el abogado. Ahora que había aprendido a estabilizarse, decidió sostener en su mano una pequeña piedra que le recordaba el presente. Practicó estirar su espalda y “estampar” los pies en la tierra. También le pidió a la ayudante que estuviera con ella cuando hablara con el abogado, para ayudarla a controlarse durante la reunión.
La ayudante y la Mujer Mariposa también hablaron durante mucho tiempo sobre lo que ella esperaba que sucediera, después de que hubiera presentado su denuncia. Sabía que a menudo los perpetradores no eran castigados, pero estaba dispuesta a intentarlo de todos modos. Tal vez eso podría evitar que otras mujeres sufrieran lo que le había ocurrido a ella…
La ayudante le prometió que estaría presente cuando la Mujer Mariposa hablara con el abogado y procediera con la denuncia.
Ella también hizo planes con la Mujer Mariposa para, más tarde, arreglar lo concerniente respecto al cierre de ese ciclo…
La Mujer Mariposa estaba mejorando a medida que pasaban los días. Sin embargo, tenía pesadillas y eso era un problema, por lo que pidió ayuda. La ayudante le dijo: “La función de soñar es procesar lo que sucede en nuestras vidas cuando estamos despiertos. Las pesadillas son nuestros sueños más difíciles. Cuando usted tiene pesadillas sobre su violación, está reviviendo el trauma. A menudo una se despierta cuando la pesadilla está en su peor momento. Cuando esto ocurre, su cuerpo y su mente no pueden terminar de comprender lo que pasó, así que la pesadilla tiende a repetirse. Cuando soñamos no podemos movernos. Esta parálisis puede continuar incluso después de despertar de una pesadilla, y puede ser muy aterradora y detonar recuerdos. La oscuridad de la noche puede ser un detonador pues, a veces, el evento traumático ocurrió durante la noche. En la oscuridad también es difícil orientarse, no podemos comprobar si la situación es peligrosa o no”.
Debido a sus sueños, la Mujer Mariposa tenía miedo de ir a dormir. La ayudante le dijo que podía hacer algunas cosas para mejorar su calidad de sueño. Ella le dijo que era importante desarrollar buenas rutinas. Hablaron de lo que se podía hacer y la ayudante hizo una lista de cosas importantes que la Mujer Mariposa podía hacer en casa para ayudarse a sí misma a dormir mejor y a hacer frente a las pesadillas.
Lentamente la Mujer Mariposa recuperó su fuerza; adquirió confianza en las habilidades que había aprendido, y no estaba tan preocupada de revivir el evento traumático si se presentaba un momento detonador. Ella lograba estabilizarse bastante rápido cuando sucedía eso.
Sin embargo, en un área de su vida se sentía abrumaba, con tristeza y desesperación. Trató de no pensar en ello porque le causaba mucho dolor. Un día, la ayudante lo mencionó sin que ella lo pidiera. La ayudante le dijo que era hora de tratar de hablar con su marido y familia, para ver si sería posible volver a reunirse con ellos.
Cuando la Mujer Mariposa escuchó a la ayudante, inmediatamente vio la imagen de su esposo con sus ojos enojados y asustados, con la boca abierta, gritándole que debería irse. Ella vio a sus hijos llorando, y eso le partió el corazón. Empezó a temblar y llorar, pero logró recuperarse y regresar al presente.
Ella y la ayudante continuaron hablando de una posible reunión. La ayudante la calmó diciéndole que lo harían paso a paso. Algunas de las ayudantes visitaron el pueblo para hablar con su familia y con otros habitantes del lugar. La Mujer Mariposa recibió gran ayuda por parte otra mujer de su pueblo, que también había sido violada y rechazada por su familia. Ambas se apoyaron mutuamente y se recordaron la una a la otra, las habilidades aprendidas para afrontar lo sucedido. Ellas fueron animadas a hablar de recuerdos buenos del pueblo, así los malos recuerdos perderían parte del fuerte dominio que ejercían en sus cuerpos y mentes.
Cuando visitaron el pueblo, las ayudantes se dieron a la tarea de averiguar primero si el personal de recursos humanos dentro de la comunidad podría apoyar a la sobreviviente. Fueron referidas con el representante de la autoridad local y con el sacerdote. Las ayudantes explicaron el trauma y las reacciones ante el mismo. Mencionando además que las mujeres violadas no deben ser culpadas por lo que les sucedió. El representante de la autoridad local y el sacerdote entendieron que las mujeres estaban sufriendo y que no debían ser culpabilizadas. Acordaron protegerlas en la comunidad y se mostraron dispuestos a prestar asistencia a las ayudantes para hablar con las familias de las mujeres.
Cuando hablaron con la familia de la Mujer Mariposa, las ayudantes le explicaron que había sido traumatizada; que había sufrido, y se había recuperado. Le dijeron a la familia que ella había aprendido nuevas habilidades, como la costura, que podría ayudar a la familia a sobrevivir. La autoridad dijo que las mujeres violadas fueron lastimadas de una manera que podía ser comparable a las heridas de guerra de los soldados. Dijo que la comunidad apoyaría a la Mujer Mariposa, y la ayudaría a no sentirse avergonzada.
Mientras la Mujer Mariposa se alojaba en el Centro de salud, las ayudantes habían hecho varias visitas a su familia y a la comunidad. Había sido difícil. Los niños, a menudo, habían preguntado por su madre, pero su marido no les había permitido mencionar su nombre ni mucho menos verla. Sin embargo, después de algún tiempo, él cambió de opinión y dijo que quería volver a ver a su esposa. Fue apoyado por el resto de la familia en este proceso.
La Mujer Mariposa también había llegado a un punto en el que estaba dispuesta a encontrarse con su esposo. También había anhelado durante muchas semanas ver a sus hijos.
Al fin llegó el momento en que la Mujer Mariposa visitó a su familia. Estaba muy nerviosa y tuvo muchas dificultades para concentrarse. Junto con las otras mujeres del pueblo, trabajó duro para recuperar los recuerdos buenos del lugar, para que los malos recuerdos perdieran fuerza.
La ayudante le advirtió que el pueblo y sus alrededores podrían actuar como detonadores de esos recuerdos. Le dijo: “Utilice todo lo que ha aprendido para estabilizarse. Una vez que lo haya logrado, hay una estrategia más que puede ser de gran utilidad: de manera voluntaria, consciente, observe cómo el momento presente difiere del momento en que el trauma ocurrió. Sabe que los recordatorios del trauma actúan como detonadores. Si el río empieza a detonar una reacción, conscientemente trate de ver cómo es el río ahora, notará que es diferente del de entonces, examínelo de cerca y diga para usted misma que ahora está tranquilo, los soldados se fueron, continúe así. Será de gran ayuda que se oriente de manera consciente y pueda ver que está segura, así se dará cuenta de lo que ha cambiado en el pueblo y será capaz de separar el pasado del presente. Usted misma se brindará una nueva experiencia que muy pronto se convertirá en un buen recuerdo, fortaleciéndole y fortaleciendo su conexión con el presente, enviando los recuerdos pasados al pasado. Esto también le dirá que el peligro se acabó. Cuando detecte las diferencias, dígalas en voz alta para usted misma”.
La Mujer Mariposa se sintió lista para regresar al pueblo, reunirse con su marido y sus hijos. Decidió ir con una ayudante.
(Aquí nos abrimos para crear un final alternativo que sea más adecuado para la vida de su sobreviviente)
En nuestro manual de entrenamiento de VRG, puede encontrar la historia de la mujer mariposa, así como ejercicios y otras ayudas.